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EN EL DESIERTO
Sabiendo, sin saber, nada consigo;
el camino que andar nada adelanta,
ni despejo el enigma que me espanta
ni me acerco al oasis que persigo.
A veces, en la arena, veo y sigo
reflejos de la luz que el sol encanta,
disfrazados de azul, de verde planta,
que solo de mis sueños son testigo.
Sangran mis pies cansados y parece
que mi pecho no siente sus latidos.
Ya no hay sol, ni hay estrellas. Ya oscurece.
Sangra mi alma y sangran mis sentidos.
La noche se hace eterna y... ¡no amanece!
El eco trae de lejos mil ladridos.
Alphonso CARBAJAL
3 comentarios:
La noche oscura del alma, pero después de esas oscuridades está la luz, siempre.
Un beso
mj
Sí, María José, esa Luz, no se apaga, pero para encontrarla hay que llamarse Juan de la Cruz,... más o menos. Un beso. Luis.-
¡Hermoso soneto!
Un saludo.
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