sábado, 14 de marzo de 2009

Libro I. AMOR Y TINIEBLAS Título II. Cantos de dolor y aflicción Poema 36: DEMASIADO FUERTE, DEMASIADO INTENSO

36

DEMASIADO FUERTE, DEMASIADO INTENSO


Entro en un Bar. “Mi” Bar.
Tomo café y oigo una música
que siempre suena allí, en un altavoz.
Oigo también voces
que atruenan, chillan, gritan. No modulan.
¡Qué horror...!
Pero, canta una voz:
“¡Es demasiado fuerte... es demasiado intenso...!”
¿Qué es demasiado fuerte, qué demasiado intenso?
¡Hay un ser que sí es fuerte
y alguno hay que es intenso!
¿Dónde estará?...
La “barra”, es de madera
de pino, barnizada,
pulida y deslizante,
pero, ¿acaso es fuerte o es intensa?
Es de madera. Solo “está ahí”.
Veo estanterías y anaqueles
cargados de botellas,
licores y brebajes
que ingieren sedientos parroquianos.
Oigo palabras sueltas,
vacías, desconchadas, mutiladas... Palabras mudas
(no son fuertes, sólo son groseras
y, a veces, blasfemas y sacrílegas),
dolorosas y tristes (son intensas
en dolor y tragedia). Es el mundo.
Voces cascadas, chirriantes,
mal timbradas. No son de plata,
ni tampoco de miel. No son garganta
profunda, en pecho alado.
No son intensas. Son gritos,
voces de ribera, de superficie lisa y plana
que salpican el agua sin torrente
y, sin torrente, dejan marchar el agua:
“Compré ayer una tarta;
yo, para eso, soy muy mío;
hazme un chocolate, que es muy rico;
eso está hecho, lo que yo le diga”...

y, sobre todo:
“Duermo tranquila, con cuatro cerraduras”...
Pero, en el aire:
“¡Es demasiado fuerte... es demasiado intenso...!”
Miro al techo, a las paredes,
a la cerveza rubia, que mana un surtidor extravagante,
con una “marca”. Es rubia la cerveza,
pero, ¿es fuerte e intensa?
Tan sólo obnubilante... Sólo es cerveza.
Hay empanada, pulpo “a feira”
y -cómo no- pimientos de Padrón.
Son muy picantes (a veces).
Nunca intensos.
Entra y sale la gente: “Buenos días”, “Hola”,
“buenas tardes”, “hasta luego”...
¡Adiós!
La puerta, en un extremo, se abre y cierra
y cada vez respira con terror.
Su aliento, sí es intenso, pero es frío
y el frío es enemigo del calor.
Voces y voces. Sin eco. Sólo gritos.
Malsonantes o torpes, otra vez.
¡Qué mal suenan los gritos, si no hay voz...!
Quizá, son fuertes... pero no son intensos.
No veo nada fuerte, con valor
y consistencia de hierro,
con talante de acero y su espesor
que, cual espada templada, rasgue el aire
y, en el aire, al cortarlo, su fulgor
de acero toledano, ponga el brillo
que la luz al acero hace brillar.
Para tomar entre espinas la rosa
que la mano no puede alcanzar. Eso... era antes.
Ahora, no se toman rosas con espada...
tan sólo una copa de coñac. Eso, sí es fuerte
-y el ron, el whisky, el aguardiente-
si está dormida la mente
o se quiere anestesiar.
No siento nada intenso, no lo toco
ni lo oigo, ni lo veo... Nada hay.
Ni el color... Ni una sonrisa, una hierba, una lágrima,
un gesto, una paloma o... una flor.
Sólo voces... Más voces y más gritos. Van y vienen.
A veces, un periódico -que se abre-
mueve labios y un dedo lentamente,
buscando la noticia en un renglón:
“¡Jo... me... puta... La...!” (apago los oídos,
los clausuro, no puedo oir
“blasfema” imprecación). El buen Dios,
hace la vista gorda... Perdona siempre
y más, en la ocasión.
Que es lenguaje ya desemantizado
y, ni hay ofensa, ni hay que pedir perdón.
Sólo es triste:
Ha empatado el Madrid en Compostela
y... ¡el mala bestia, había puesto un dos!
¿Qué hacer ya aquí?... si nada hago, ni hacen.
Y, ¿qué hacer fuera?... si no hay nada que hacer.
Se van. Vienen y vuelven. Se sientan
(si hay donde). Tosen, ríen (groseras carcajadas).
Vuelven a sentarse... se levantan...
La puerta, sigue respirando.
El frío entra. Sale el calor.
Y, sin calor -con frío y tiritando- me voy yo.
Mas, en el aire, de nuevo, aquella voz:
“¡Es demasiado fuerte... es demasiado intenso...!”
¿Qué será?... ¿será el dolor?
Alphonso CARBAJAL
Madrid, Marzo de 1996

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